martes, 1 de diciembre de 2009

Cristina García Rodero (Primera fotógrafa española en la agencia Magnum)



Nacida en Puertollano en 1949, Cristina García Rodero está considerada como uno de los fotógrafos de mayor relieve y trascendencia creativa de España. Su sensibilidad y curiosidad hacia los mundos que explora, junto con un continuado y elaborado trabajo fotográfico llevado a cabo a lo largo de los años, hacen que sus fotografías irradien una fuerza sobrecogedora sin caer en el exhibicionismo ni en el artificio. Las imágenes de Cristina García Rodero son potentes pero reales, fruto de una pasión por la vida y las personas. Por eso mirar la obra de esta fotógrafa es como asomarse a las vidas y los sentimientos de quienes retrata, uniendo las culturas y las sensaciones sin que las fronteras y las distancias actúen como barrera.

Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, en 1972, se inicia desde esa época en la fotografía en los ámbitos universitarios, dedicándose a su actividad de fotógrafa a la vez que a la docencia como profesora de fotografía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.

Sin abandonar nunca la docencia, se dedica durante esos años y los siguientes a investigar y fotografiar las celebraciones populares, y las tradiciones religiosas y paganas, principalmente en España, pero también en la Europa mediterránea. Fruto de ello es su libro titulado 'España oculta', publicado en 1989 y ganador, entre otros, del Premio al libro del año en el Festival de Fotografía de Arlés, ganando ese mismo año el prestigioso premio de la Fundación Eugene Smith de Nueva York. Un libro de un valiosísimo valor documental y antropológico, y por supuesto artístico, debido tanto a la calidad impresionante de sus fotografías, como a sus personalísimos registros visuales, y sus originales acercamientos a los seres humanos. Una España profunda que recoge en imágenes mágicas, misteriosas y sutiles de la gente de los pueblos, recorriéndose para ello los distintos puntos geográficos y culturales peninsulares, viviéndolos e impregnándose de ellos y de sus esencias.












La trayectoria de Cristina García Rodero está plagada de premios, como el Premio Planeta de Fotografía por el conjunto de su obra, de 1983. El premio al mejor fotógrafo del año, concedido en 1988 por la revista Foto Profesional de Madrid. El primer premio World Press Photo en la categoría de arte, en 1993. Premio Nacional de la fotografía del Ministerio de Cultura en Madrid, y premio Forum Iberoamericano de Fotografía de la Habana, ambos en 1996. El Premio FotoGranPrix de Barcelona, de 1997. El Premio Bartolomé Ros a la mejor trayectoria profesional española en fotografía de Madrid, en PhotoEspaña 2000. O el Premio Godó de Fotoperiodismo 2000 otorgado por la Fundación Conde de Barcelona, entre otros.
Otro de sus mejores y más laboriosos trabajos es "Entre el cielo y la tierra". El trabajo de Cristina García Rodero en torno al cuerpo y el espíritu la llevó a Haití, país al que ha vuelto en distintas ocasiones a lo largo de los cuatro últimos años para realizar los reportajes de los que procede la selección de fotografías expuestas en las Salas del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de la Ciudad Universitaria de Madrid.Tomadas en diferentes celebraciones, muestra del sincretismo de vudú y cristianismo en Haití, como explica el teólogo y sociólogo Laënnec Hurbon en su texto, esas imágenes –de las peregrinaciones a Saut d’Eau (la Cascada) y la laguna Santiago, del día de Difuntos en Puerto Príncipe o del carnaval de Jacmel-, en palabras de Christian Caujolle, “nos llevan, por la sorpresa del choque visual, a interrogarnos sobre la naturaleza de nuestro asombro”.


CONLCUSIONES

En un primer momento mi idea de fotógrafo para mi trabajo fue Robert Capa, ya que como apasionado de la segunda guerra mundial que soy, no podía dejar escapar al fotógrafo del Día D. El problema es que cada vez me parecía un fotógrafo más típico, del que ya se ha hablado muchísimo a lo largo de los años y del cual poco podría comentar algo nuevo.
Por este motivo decidí entrar a la agencia Magnum para ver quiénes estaban allí y para mi sorpresa, sólo había un español y resulta que es una mujer. PERFECTO pensé, ya que es la única española y al igual que la propia Cristina García dice, atrapada en un mundo de hombres. Y razón no le falta, ya que sólo hay dos mujeres en Magnum y queda presente que el prestigio sigue siendo cosa de hombres.
A parte de esta razón, al elegirla comencé a buscar fotos suyas y me quedé impresionado. No sé si será porque me encantan las fotografías de personas (tienen mucha fuerza) o porque la autora ha sabido llevar esas fotografías a otro nivel. Me parecieron extraordinarias ya que saca fuerza emotiva de rituales, costumbres y actos muy asumidos por cada comunidad que retrata.
Enhorabuena Cristina por este reconocido puesto en Magnum y por elevar la calidad de la fotografía española.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Dos entrevistas

ALEX GÓMEZ MAGALDÍ

Alex nos estuvo contando cómo había elegido esta carrera y qué es lo que más le motiva de estudiar periodismo. Obviamente, el tema de las fotos no podía pasar desapercibido y también nos comentó cómo le atrapó la cámara por primera vez y qué es lo que más le gusta de ello. Dejemos que él mismo nos lo cuente:


"Desde pequeño me gustaba leer y escribir pero nunca había pensado estudiar periodismo. Es más, hasta cuarto de la ESO, pensaba estudiar física. Cursé el bachillerato de ciencias de la salud pero cuando estaba en primero de Bachiller me empezó a interesar el mundo del periodismo. Me informé en varias universidades, y acabé aquí. Y no me arrepiento, me encanta mi carrera.

¿Por qué estudio fotoperiodismo? La fotografía me gustaba pero nunca se me había dado muy bien. El año pasado me regalaron por reyes una réflex y decidí apuntarme a fotoperiodismo con la idea de aprender trucos sobre la cámara. Y aprender a sacar mejores fotos. Tengo claro que aunque me gusta, nunca acabaré de fotógrafo en un medio (considero que mis fotos, salvo raras excepciones, no son muy buenas.


Del mundo del periodismo me interesa mucho el diseño y la radio. Me gustaría o trabajar en el departamento de arte (maquetación) de un diario, o en una emisora, tanto de técnico como de locutor.

Una afición: la vela ligera, aunque aquí no puedo practicarla mucho. Y siempre estoy escuchando música, generalmente rock alternativo: Oasis, Fountains of Wayne, Kings of Convenience y Los Piratas son algunos de mis grupos favoritos."



DANIEL REDÍN ORBARA

Daniel Redín está estudiando Arquitectura Superior y nos cuenta que desde hace más o menos dos años quería apuntarse a Fotoperiodismo para hacer de la fotografía una herramienta para su futuro trabajo como "diseñador de edificios y espacios públicos" y saber retratarlos de manera correcta. Es un deportista nato y siempre que puede sabe escaparse a respirar aire limpio al campo. Buena elección aunque dejemos que él mismo nos lo cuente.

"Tengo 23 años y estudio 5º de Arquitectura Superior. La verdad que no he tenido una influencia directa que me haya llevado a hacer esta carrera, puesto que nadie de mi familia cercana es Arquitecto. Desde pequeño me gustaba inventar y, por ejemplo, jugando con los LEGO, cuando mejor me lo pasaba era montándolos y haciendo mis propias creaciones...

En los estudios siempre me han gustado más las ciencias, incluso en la E.S.O. estuve cursando el itinerario de ciencias puras, pero ya en Bachillerato decidí encaminar mis estudios hacia lo más técnico, que fue lo que realmente me “llamaba”.

Así, a la hora de decidir qué estudios universitarios realizar, tuve dudas entre Ingeniería o Arquitectura, decidiéndome por esta última. La verdad que esta decisión fue un poco a ciegas, y entre en la Escuela de Arquitectura con pocos conocimientos previos, pero la propia carrera te va “enganchando” y apasionando cada vez más, con todas sus satisfacciones y sinsabores. Te exige un alto grado de creatividad, lo que hace que te vayas implicando cada vez más en lo que haces, hasta el punto de que no me vería haciendo ninguna otra carrera ahora.



Además de la carrera estoy haciendo la especialidad de Paisaje y Medio Ambiente, puesto que me parece un campo interesante para poder trabajar, aunque quién sabe que nos deparará el futuro.

Hace un par de años ya decidí que quería hacer la asignatura de Fotoperiodismo, pero hasta el actual curso no he tenido tiempo para poder matricularme. Un compañero de Arquitectura me habló de ella, y desde ese momento me atrajo. No he sido un gran aficionado a la fotografía, pero me parece un gran método gráfico de expresión.

Estoy acostumbrado a ver un sin fin de fotografías en las revistas de arquitectura, que pueden mostrar muchas intenciones. Me interesaba aprender a usar correctamente una cámara y a realizar buenas fotos, por lo que la asignatura me ha servido de gran ayuda. Además requiere de cierta creatividad, por lo que resulta más atractiva si cabe. No buscaba tanto la visión del fotoperiodista como tal, por ello me resulta más interesante la fotografía de espacios urbanos, paisajes..., aunque he de decir que me ha parecido un tema interesante de estudiar. Así pues, quien sabe si acabaré trabajando en algo relacionado con la fotografía, pero es seguro que como aficionado seguirá presente en mi vida.

Como aficiones tengo, sobre cualquier otra cosa, todo tipo de deporte, y sobre todo el fútbol, al cuál juego federado desde que tenía 9 años. Me sirve para desconectar y pasar un rato divertido, pero además me ha enseñado a trabajar en equipo... Además de esto, me gusta pasar unos días en el pueblo rodeado de naturaleza, un paseo por el monte, disfrutar de una buena compañía..."






domingo, 29 de noviembre de 2009

Bienvenido León: una vida dedicada al documental

Bienvenido León es, además de profesor de las asignaturas Producción Televisiva y Divulgación Científica, periodista y doctor en Comunicación Pública y ha dedicado la mayor parte de su vida a la comunicación de la ciencia en televisión y al documental televisivo, en los cuales participa como realizador, productor y guionista.

Anteriormente trabajó como director de informativos de la agencia Editmedia TV, coordinador de reportajes de Tele 5 y director de la productora Euroview. En la actualidad es director de Telenatura, Festival Internacional de Televisión para la Naturaleza y sobre este aspecto me he centrado en la entrevista ya que el festival se desarrolló hace poco y Bienvenido tenía muchas cosas que contar a la hora de hacer una valoración final.


X: ¿Como director de Telenatura, cómo valorarías brevemente el festival de este año?

B: Ha estado muy bien. Poco a poco vamos consolidándolo, vamos consiguiendo que aumente el número de películas a concurso, hemos tenido este año 121 películas de 25 países, que está muy bien, aumenta el número de público que asiste a las proyecciones y muchos de ellos vienen incluso desde otros países (directores, realizadores, etc) y son gente, a su vez, muy comprometida con la naturaleza.

X: ¿Crees que cada año los invitados son más reconocidos?

B: Creo que dentro del mundo de la naturaleza no hay grandes famosos. Son gente que hacen trabajos fantásticos pero que no tienen ese reconocimiento. Lo que intentamos en Telenatura es ofrecer un escenario donde ese tipo de trabajo sea reconocido.

X: ¿Habéis contado este año con los alumnos para poder llevar a cabo el festival?

B: Sí, siempre contamos con ellos porque es la única manera de sacarlo adelante, si no, no podríamos hacerlo. Hay tantas cosas que hacer, tantas actividades (cuestiones técnicas, subtitulación de las películas, atender a los invitados, repartir la información...) que si no fuera por los voluntarios no podríamos hacerlo.



X: ¿Crees que el público de Pamplona se interesa por este festival?

B: Yo creo que sí. Damos la publicidad que podemos darle al festival ya que es lo más caro de todo. Los programas de proyecciones aparecen en Diario de Navarra, también tenemos un spot que aparece en las televisiones locales, hacemos carteles, una campaña de prensa potente aunque siempre parece poco.

X: También está el "boca a boca", que es una parte muy importante.

B: La verdad que sí. Lo que más nos llena de satisfacción es que mucha gente que viene repite. Todos los años siempre comentan o intentan comparar las obras de ese año con obras anteriores. La gente está encantada y no sólo ellos sino también los colegios ya que hacemos diferentes proyecciones para estudiantes de secundaria a las mañanas en el Planetario.

X: Al elegir los trabajos que se van a proyectar, ¿tenéis en cuenta al público, intentáis presentarle una obra entretenida?

B: Sí, intentamos que sean las producciones que vayan a gustar a un mayor número de personas. Hay producciones que son a veces de mucha calidad desde el punto de vista científico o desde el aspecto técnico que pueden interesar más a los profesionales, pero el gran público quiere ver una película que le impresione, que le divierta, que le diga cosas, y eso es lo que intentamos seleccionar para las proyecciones del Planetario.


X: ¿Quién decide qué obras se van a proyectar?


B: Lo decidimos el equipo realizador. Nos reunimos y decidimos qué películas van a entrar a concurso.


X: Eran 121 obras este año, ¿cuándo empezáis a recibirlas?

B: Normalmente se abre la convocatoria en el mes de abril y la cerramos a mediados de agosto.

X: ¿Qué cosas se podrían mejorar para el año que viene?


B: En primer lugar, un aspecto que podríamos incorporar al festival es el premio del público; que ellos mismos al salir de la sala de proyección voten a la mejor obra. Por otro lugar nos gustaría también conseguir mayor difusión y mayor publicidad. Eso significa disponer de más dinero auqnue tampoco nos quejamos ya que este año hemos contado tanto con dinero en metálico como con aportaciones de empresas que ponen servicios (megafonía a cargo de Zeta por ejemplo, inserciones de publicidad gratis en Diario de Navarra, emisiones de los spots, etc). Contabilizando todo ese presupuesto y la participación de los patrocinadores estaríamos hablando de unos 90.000 euros de presupuesto, una cantidad que está muy bien, pero necesitaríamos más presupuesto para poder realizar una difusión mucho mayor.





























martes, 24 de noviembre de 2009

Bodegas Otazu

Entre la Sierra del Perdón y la Sierra de Echauri se encuentra la Bodega Otazu, la más septentrional de España en la elaboración del vino tinto y a tan sólo 8 kilómetros de Pamplona.
Situada en un chateau francés, la Bodega Otazu fusiona con gran éxito arquitectura, arte y vino para ofrecer a sus visitantes "algo más".













Nuestra visita comenzó con una breve explicación de lo que íbamos a ver y a saborear. La primera impresión al entrar en el chateau fue de sorpresa ya que nadie nos esperábamos un lugar tan bien decorado y cuidado al mínimo detalle.

La visita transcurrió a lo largo de la impresionante nave de almacenaje de barricas, la sala de elaboración y el botellero en donde se guardan las botellas ya terminadas. Nuestra guía Leticia fue explicándonos alguno de los secretos del proceso de elaboración del vino para entender mejor en qué consiste el trabajo de hacer un vino y todo lo que conlleva.













Tras un agradable rato recorriendo las instalaciones de la Bodega pudimos catar alguno de los vinos que allí se realizan y la experiencia no dejó indiferente a nadie. La salida estuvo en definitiva muy bien ya que a pesar de no ser grandes entendidos de la materia pudimos conocer un poco más de cerca el trabajo de todo un equipo bien coordinado que se esmera por elaborar los mejores vinos para los paladares más exigentes.












El conocimiento nunca ocupa lugar, como dirían muchos sabios, y esta salida nos ha abierto un mundo para muchos desconocido y lo ha sabido hacer de una forma amena y distendida.



Ezkaba: pesadilla en el olvido

Cuando me enteré de la práctica "Rincones de Pamplona" me vino enseguida a la cabeza el fuerte de Ezkaba en el monte San Cristóbal. No es la típica postal que idealiza Pamplona y de hecho nunca podría ganar un concurso con los grises muros de esta prisión como telón de fondo poque NO INTERESA y, cada vez más, lo que en su día fue una de las mayores cárceles franquistas se convierte hoy en una pesadilla en el olvido.

Sin premio por la mejor fotografía de Pamplona pero con una historia que contar, algo de lo que no todo el mundo puede presumir.



Creado como un fortín militar bajo el nombre de "Fuerte de Alfonso XII" tras la última guerra carlista y terminado en 1919, el fuerte de Ezkaba se transformó en una de las más crueles prisiones franquistas entre 1934 y 1945.





Las condiciones de vida eran pésimas dentro de la prisión y se constata que más de 300 presos murieron de anorexia y paros cardíacos debido a la grave desnutrición sufrida aunque las cifras, como la historia nos ha enseñado, varían mucho y en mi opinión, en Ezkaba debió morir mucha más gente de la que los registros franquistas de la época recogen.













Tal es el desconocimiento acerca del fuerte de Ezkaba que una de las mayores fugas mundiales se produjo aquí, en plena Guerra Civil, cuando en mayo de 1938 se fugaron 795 presos que habían tomado el control de la cárcel. La fuga tuvo repercusiones extremadamente sangrientas ya que de los 795 presos sólo consiguieron cruzar la frontera a Francia 3 personas y el resto fue asesinado o encarcelado de nuevo.










Por este motivo no podía dejar pasar la ocasión para hablar acerca de este enclave tan histórico que tantos recuerdos amargos trae. Habilitado como zona militar en la actualidad, el fuerte de Ezkaba desafía a cualquiera que mire hacia San Cristobal desde casi cualquier punto de Pamplona.








¿Es un rincón de Pamplona? Para mí, uno de los más importantes y trascendentes.

martes, 3 de noviembre de 2009

SMOKE


































Le oí este cuento a Auggie Wren.Dado que Auggie no queda demasiado bien en él, por lo menos no todo lo bien que a él le habría gustado, me pidió que no utilizara su verdadero nombre.Aparte de eso, toda la historia de la cartera perdida, la anciana ciega y la comida de Navidad es exactamente como él me la contó.

Auggie y yo nos conocemos desde hace casi once años.Él trabaja detrás del mostrador de un estanco en la calle Court, en el centro de Brooklyn, y como es el único estanco que tiene los puritos holandeses que a mí me gusta fumar, entro allí bastante a menudo.

Durante mucho tiempo apenas pensé en Auggie Wren.Era el extraño hombrecito que llevaba una sudadera azul con capucha y me vendía puros y revistas, el personaje pícaro y chistoso que siempre tenía algo gracioso que decir acerca del tiempo, de los Mets o de los políticos de Washington, y nada más.Pero luego, un día, hace varios años, él estaba leyendo una revista en la tienda cuando casualmente tropezó con la reseña de un libro mío.Supo que era yo porque la reseña iba acompañada de una fotografía, y a partir de entonces las cosas cambiaron entre nosotros.

Yo ya no era simplemente un cliente más para Auggie, me había convertido en una persona distinguida.A la mayoría de la gente le importan un comino los libros y los escritores, pero resultó que Auggie se consideraba un artista.Ahora que había descubierto el secreto de quién era yo, me adoptó como a un aliado, un confidente, un camarada.A decir verdad, a mí me resultaba bastante embarazoso.Luego, casi inevitablemente, llegó el momento en que me preguntó si estaría yo dispuesto a ver sus fotografías.Dado su entusiasmo y buena voluntad, no parecía que hubiera manera de rechazarle.

Dios sabe qué esperaba yo.Como mínimo, no era lo que Auggie me enseñó al día siguiente.En una pequeña trastienda sin ventanas abrió una caja de cartón y sacó doce álbumes de fotos negros e idénticos.Dijo que aquélla era la obra de su vida, y no tardaba más de cinco minutos al día en hacerla.Todas las mañanas durante los últimos doce años se había detenido en la esquina de la Avenida Atlantic y la calle Clinton exactamente a las siete y había hecho una sola fotografía en color de exactamente la misma vista.El proyecto ascendía ya a más de cuatro mil fotografías.Cada álbum representaba un año diferente y todas las fotografías estaban dispuestas en secuencia, desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, con las fechas cuidadosamente anotadas debajo de cada una.


Mientras hojeaba los álbumes y empezaba a estudiar la obra de Auggie, no sabía qué pensar.Mi primera impresión fue que se trataba de la cosa más extraña y desconcertante que había visto nunca.Todas las fotografías eran iguales.Todo el proyecto era un curioso ataque de repetición que te dejaba aturdido, la misma calle y los mismos edificios una y otra vez, un implacable delirio de imágenes redundantes.No se me ocurría qué podía decirle a Auggie; así que continué pasando las páginas, asintiendo con la cabeza con fingida apreciación.Auggie parecía sereno, mientras me miraba con una amplia sonrisa en la cara, pero cuando yo llevaba ya varios minutos observando las fotografías, de repente me interrumpió y me dijo:- Vas demasiado deprisa.Nunca lo entenderás si no vas más despacio.

Tenía razón, por supuesto.Si no te tomas tiempo para mirar, nunca conseguirás ver nada.Cogí otro álbum y me obligué a ir más pausadamente.Presté más atención a los detalles, me fijé en los cambios en las condiciones meteorológicas, observé las variaciones en el ángulo de la luz a medida que avanzaban las estaciones.Finalmente pude detectar sutiles diferencias en el flujo del tráfico, prever el ritmo de los diferentes días (la actividad de las mañanas laborables, la relativa tranquilidad de los fines de semana, el contraste entre los sábados y los domingos).Y luego, poco a poco, empecé a reconocer las caras de la gente en segundo plano, los transeúntes camino de su trabajo, las mismas personas en el mismo lugar todas las mañanas, viviendo un instante de sus vidas en el objetivo de la cámara de Auggie.

Una vez que llegué a conocerles, empecé a estudiar sus posturas, la diferencia en su porte de una mañana a la siguiente, tratando de descubrir sus estados de ánimo por estos indicios superficiales, como si pudiera imaginar historias para ellos, como si pudiera penetrar en los invisibles dramas encerrados dentro de sus cuerpos.Cogí otro álbum.Ya no estaba aburrido ni desconcertado como al principio.Me di cuenta de que Auggie estaba fotografiando el tiempo, el tiempo natural y el tiempo humano, y lo hacía plantándose en una minúscula esquina del mundo y deseando que fuera suya, montando guardia en el espacio que había elegido para sí.Mirándome mientras yo examinaba su trabajo, Auggie continuaba sonriendo con gusto.Luego, casi como si hubiera estado leyendo mis pensamientos, empezó a recitar un verso de Shakespeare.- Mañana y mañana y mañana - murmuró entre dientes -, el tiempo avanza con pasos menudos y cautelosos.Comprendí entonces que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Eso fue hace más de dos mil fotografías.


Desde ese día Auggie y yo hemos comentado su obra muchas veces, pero hasta la semana pasada no me enteré de cómo había adquirido su cámara y empezado a hacer fotos.Ése era el tema de la historia que me contó, y todavía estoy esforzándome por entenderla.A principios de esa misma semana me había llamado un hombre del New York Times y me había preguntado si querría escribir un cuento que aparecería en el periódico el día de Navidad.Mi primer impulso fue decir que no, pero el hombre era muy persuasivo y amable, y al final de la conversación le dije que lo intentaría.En cuanto colgué el teléfono, sin embargo, caí en un profundo pánico.¿Qué sabía yo sobre la Navidad?, me pregunté.¿Qué sabía yo de escribir cuentos por encargo?Pasé los siguientes días desesperado; guerreando con los fantasmas de Dickens, O. Henry y otros maestros del espíritu de la Natividad.Las propias palabras "cuento de Navidad" tenían desagradables connotaciones para mí, en su evocación de espantosas efusiones de hipócrita sensiblería y melaza.

Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad eran otra cosa que sueños de deseos, cuentos de hadas para adultos, y por nada del mundo me permitiría escribir algo así.Sin embargo, ¿cómo podía nadie proponerse escribir un cuento de Navidad que no fuera sentimental?Era una contradicción en los términos, una imposibilidad, una paradoja.Sería como tratar de imaginar un caballo de carreras sin patas o un gorrión sin alas.No conseguía nada.El jueves salí a dar un largo paseo, confiando en que el aire me despejaría la cabeza.Justo después del mediodía entré en el estanco para reponer mis existencias, y allí estaba Auggie, de pie detrás del mostrador, como siempre.Me preguntó cómo estaba.Sin proponérmelo realmente, me encontré descargando mis preocupaciones sobre él.- ¿Un cuento de Navidad? - dijo él cuando yo hube terminado.¿Sólo es eso?Si me invitas a comer, amigo mío, te contaré el mejor cuento de Navidad que hayas oído nunca.Y te garantizo que hasta la última palabra es verdad.

Fuimos a Jack's, un restaurante angosto y ruidoso que tiene buenos sandwiches de pastrami y fotografías de antiguos equipos de los Dodgers colgadas de las paredes.Encontramos una mesa al fondo, pedimos nuestro almuerzo y luego Auggie se lanzó a contarme su historia.- Fue en el verano del setenta y dos - dijo.Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda.Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético.Estaba de pie al lado del expositor de periódicos de la pared del fondo, metiéndose libros en los bolsillos del impermeable.Había mucha gente junto al mostrador en aquel momento, así que al principio no le vi.Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar.Echó a correr como una liebre, y cuando yo conseguí salir de detrás del mostrador, él ya iba como una exhalación por la avenida Atlantic.

Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié.Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.Resultó que era su cartera.No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías.Supongo que podría haber llamado a la poli para que le arrestara.Tenía su nombre y dirección en el carnet, pero me dio pena.No era más que un pobre desgraciado, y cuando miré las fotos que llevaba en la cartera, no fui capaz de enfadarme con él.Robert Goodwin.

Así se llamaba.Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela.En otra estaba sentado a los nueve o diez años vestido con un uniforme de béisbol y con una gran sonrisa en la cara.No tuve valor.Me figuré que probablemente era drogadicto.Un pobre chaval de Brooklyn sin mucha suerte, y, además, ¿qué importaban un par de libros de bolsillo?Así que me quedé con la cartera.De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto.Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer.Generalmente el jefe me invita a pasar el día en su casa, pero ese año él y su familia estaban en Florida visitando a unos parientes.Así que estoy sentado en mi piso esa mañana compadeciéndome un poco de mí mismo, y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina.Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente.La dirección estaba en Boerum Hill, en las casas subvencionadas.Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio.

Allí todo parece igual, y recorres una y otra vez la misma calle pensando que estás en otro sitio.Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre.No pasa nada.Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme.Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies.Una voz de vieja pregunta quién es, y yo contesto que estoy buscando a Robert Goodwin.- ¿Eres tú, Robert? - dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.- Sabía que vendrías, Robert - dice -.Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.

Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes?Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.- Está bien, abuela Ethel - dij e-.He vuelto para verte el día de Navidad.No me preguntes por qué lo hice.No tengo ni idea.Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé.Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.

No llegué a decirle que era su nieto.No exactamente, por lo menos, pero eso era lo que parecía.Sin embargo, no estaba intentando engañarla.Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas.Quiero decir que aquella mujer sabía que yo no era su nieto Robert.Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto.Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos.Aquello era un verdadero basurero, podría añadir, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de una ciega que se ocupa ella misma de la casa?Cada vez que me preguntaba cómo estaba yo le mentía.

Le dije que había encontrado un buen trabajo en un estanco, le dije que estaba a punto de casarme, le conté cien cuentos chinos, y ella hizo como que se los creía todos.- Eso es estupendo, Robert - decía, asintiendo con la cabeza y sonriendo.Siempre supe que las cosas te saldrían bien.Al cabo de un rato, empecé a tener hambre.No parecía haber mucha comida en la casa, así que me fui a una tienda del barrio y llevé un montón de cosas.Un pollo precocinado, sopa de verduras, un recipiente de ensalada de patatas, pastel de chocolate, toda clase de cosas.Ethel tenía un par de botellas de vino guardadas en su dormitorio, así que entre los dos conseguimos preparar una comida de Navidad bastante decente.Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas.

Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño que había en el pasillo.Fue entonces cuando las cosas dieron otro giro.Ya era bastante disparatado que hiciera el numerito de ser el nieto de Ethel, pero lo que hice luego fue una verdadera locura, y nunca me he perdonado por ello.Entro en el cuarto de baño y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras.De treinta y cinco milímetros, completamente nuevas, aún en sus cajas, mercancía de primera calidad.Deduzco que eso es obra del verdadero Robert, un sitio donde almacenar botín reciente.Yo no había hecho una foto en mi vida, y ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí.Así de sencillo.Y, sin pararme a pensarlo, me meto una de las cajas bajo el brazo y vuelvo al cuarto de estar.

No debí ausentarme más de unos minutos, pero en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca.Demasiado Chianti, supongo.Entré en la cocina para fregar los platos y ella siguió durmiendo a pesar del ruido, roncando como un bebé.No parecía lógico molestarla, así que decidí marcharme.Ni siquiera podía escribirle una nota de despedida, puesto que era ciega y todo eso, así que simplemente me fui.Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento.Y ése es el final de la historia.- ¿Volviste alguna vez? - le pregunté.- Una sola - contestó.Unos tres o cuatro meses después.Me sentía tan mal por haber robado la cámara que ni siquiera la había usado aún.Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí.No sé qué le había pasado, pero en el apartamento vivía otra persona y no sabía decirme dónde estaba ella.- Probablemente había muerto.- Sí, probablemente.- Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.- Supongo que sí.Nunca se me había ocurrido pensarlo.- Fue una buena obra, Auggie.Hiciste algo muy bonito por ella.- Le mentí y luego le robé.No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.- La hiciste feliz.Y además la cámara era robada.No es como si la persona a quien se la quitaste fuese su verdadero propietario.- Todo por el arte, ¿eh, Paul?- Yo no diría eso.Pero por lo menos le has dado un buen uso a la cámara.- Y ahora tienes un cuento de Navidad, ¿no?- Sí - dije -.Supongo que sí.Hice una pausa durante un momento, mirando a Auggie mientras una sonrisa malévola se extendía por su cara.Yo no podía estar seguro, pero la expresión de sus ojos en aquel momento era tan misteriosa, tan llena del resplandor de algún placer interior, que repentinamente se me ocurrió que se había inventado toda la historia.Estuve a punto de preguntarle si se había quedado conmigo, pero luego comprendí que nunca me lo diría.Me había embaucado, y eso era lo único que importaba.

Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad.- Eres un as, Auggie - dije -.Gracias por ayudarme.- Siempre que quieras - contestó él, mirándome aún con aquella luz maníaca en los ojos.Después de todo, si no puedes compartir tus secretos con los amigos, ¿qué clase de amigo eres?- Supongo que estoy en deuda contigo.- No, no.Simplemente escríbela como yo te la he contado y no me deberás nada.- Excepto el almuerzo.- Eso es.Excepto el almuerzo.Devolví la sonrisa de Auggie con otra mía y luego llamé al camarero y pedí la cuenta.