Esa es la riqueza del mercado de Santo Domingo, que aunque grandes devoradores de pequeños comercios como Caprabo, Carrefour, El Corte Inglés y otros muchos sigan ganando terreno en una Pamplona cada vez más comercializada, siempre quedará un reducto tan auténtico como el mercado público.
Hablando con aquellos que conforman la columna vertebral del mercado, los vendedores, me quedó claro que es un sitio al que nunca podrá ganar ningún otro establecimiento a gran escala ya que la gente que compra habitualmente en el mercado, no lo hace en otro sitio ya que el trato es muy familiar y el hecho de ir a hacer la compra se convierte en una manera de no perder el contacto con aquellos con los que se entabla amistad.
Queda comprobado que el mercado no tiene edad, y que tanto mayores como niños se lo pasan en grande. No sé si será por el bullicio y el jaleo que se monta pero todos los niños que he visto en el mercado estaban encantados de la vida.
Obviamente, entre tanta compra, siempre hay algún momento para descansar...
Guarda en su interior una magia que lo hace muy especial, y por eso perdurará en el tiempo, por su gente (que lo mantienen vivo) y por el mercado (que mantiene viva a su gente).
Para terminar cuelgo alguna foto más de propina ya que no se pueden quedar en el tintero.
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