martes, 15 de septiembre de 2009

Generación tras generación

Muchas veces pasamos por delante de ellos y no nos molestamos en mirar, simplemente, están ahí. Nos olvidamos de que nos han visto crecer y, probablemente, a nuestros padres también.


Ahora... la historia se repite. Tan cíclico como la vida misma y tan atrayente como hace veinte años para aquellos que buscan entre sus ramas un lugar mágico en el que dejar volar su imaginación y su inocencia en bruto. Estos son los árboles que marcan infancias; la mía, la primera.



Tan robusto como cuando trepábamos por él en las tardes de verano, se mantiene este gran pino en Barañáin. Las nuevas generaciones van pasando por él y sigue ofreciendo, como el primer día, una buena vía de escalada entre sus ramas y una buena excusa para fardar ante los compañeros sobre quién es el que más alto sube.



Obviamente, siempre hay alguna baja ya que es mucho el ejercicio que soporta en la temporada calurosa. Menos mal que en invierno pueden descansar, aunque siempre se puede usar como un improvisado refugio anti bolas de nieve.


Sigue ahí, al lado de sus compañeros, observando a las miles de personas que se han cobijado bajo su sombra como si cuidase de ellos. En realidad, pocos pueden decir, al igual que él, que ha visto crecer a tantas generaciones.

Sus hojas seguirán resistiendo el azote de las condiciones adversas para poder brindar sombra otra vez más en verano. Es un luchador.







Seguirá levantándose al cielo igual que siempre mirando desde lo alto el lento pero rápido paso de los años.






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